No se mata la verdad matando periodistas

Financiado el 25 / 09 / 2012
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Edad Medi_@tica con el proyecto de los periodistas de México

14 | 07 | 2012

Gracias al esfuerzo, liderazgo y obstinación de la periodista y escritora catalana Lolita Bosch, secundada por unos 200 reporteros, editores, traductores y gestores Web voluntarios, 126 colegas periodistas mexicanos que han sufrido muerte o desaparición de julio de 2000 a la fecha recibirán un acto mínimo de justicia ciudadana, que tendrá al mismo tiempo el significado de conmovedor homenaje: la documentación concisa de sus hojas de vida, lográndose mantenerlos en la memoria colectiva, evitando que se diluya su recuerdo como pretenden sus violentadores, los gobernantes y en muchos casos, estoy seguro, sus propios medios.

En mayo, Lolita nos convocó a decenas de reporteros de dentro y fuera del país a escribir un perfil biográfico de nuestros compañeros caídos. Cada uno debíamos escoger a un colega asesinado o desaparecido ―en este caso me parece chocante la expresión «adoptar»―, para producir un breve perfil personal-profesional bajo los estándares del periodismo investigativo, que incluyera asimismo el estatus del expediente judicial respectivo. Nada de ficción ni especulación, solo periodismo.

Por coincidencia, durante las dos semanas que dispusimos para investigar y escribir conversé con compañeros de dos o tres estados que, como yo, habían acudido a la convocatoria de Lolita, notando que una preocupación recurrente era la de qué hacer si el periodista acerca del cual realizábamos el perfil «estaba metido con el crimen organizado» o su muerte o desaparición no tenía relación con su ejercicio profesional.

Hace años, y así lo compartí con tales compañeros, me quité de encima el prejuicio mezquino, atizado por la habladuría gremial, de que todo periodista agredido es sospechoso justo por haber sido agredido. No soy yo quien está en condiciones de determinar los móviles por los cuales otro periodista fue violentado. Tampoco me corresponde. De acuerdo con la Constitución, es responsabilidad del Estado, a través del sistema de justicia penal, clarificar legalmente el asesinato de los ciudadanos, incluidos los periodistas.

Estamos habituados los periodistas a servir al poder enjuiciando y condenando «mediáticamente» a nuestros conciudadanos imputados de delito o víctimas, matándolos moralmente, confinándolos al basurero de la humanidad solo porque «la autoridad» o supuestos testigos nos dicen que son culpables, y lo mismo hacemos luego con nuestros colegas asesinados o desaparecidos. Este proceder medieval nos hace funcionales a un sistema judicial basado en el atropello de los derechos, al tiempo que legitimamos a quienes nos atacan.

Para el proyecto de Lolita escogí realizar el perfil de Rafael Ortiz Martínez, de Coahuila, enfocándome en hablar de su trabajo y precisar indicios sobre las posibles fuentes de agresión ―un servidor público municipal aliado a un empresario de medios, un jefe militar, un grupo de delincuencia organizada― que pudieron conducir a su desaparición hace seis años, el 8 de julio de 2006, así como el abandono cómplice de su expediente judicial en las procuradurías estatal y General de la República.

Lo demás le corresponde al sistema penal. Y siendo este incapaz de investigar, dar con los culpables y el móvil, ¿cómo es que yo puedo obtener conclusiones sobre si Rafael tenía o no vínculos ilegales? Y si los tuviera, ¿justifica eso su desaparición y que quienes la produjeron queden impunes?

Pero lo esencial es que el proyecto para documentar la vida y obra de los periodistas que han llevado la peor parte en el colapso de la política criminal agudizado por el régimen del presidente Felipe Calderón se encuentra en curso de materialización por dos vías: un acervo digital que aparecerá durante el otoño, en castellano e inglés, en Nuestra Aparente Rendición [NAR], medio digital de periodismo ciudadano fundado por Lolita, y en el libro No se mata la verdad matando periodistas, que será presentado y distribuido gratuitamente en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara [noviembre 2012].

Esto último depende, sin embargo, de que en los próximos 38 días se reúnan los fondos suficientes, por lo cual es importante atender el llamado de Lolita y el equipo de NAR. A través de Goteo es posible hacer tanto donaciones como pre-compra de ejemplares en línea, de modo que se disponga del dinero para cubrir los costos de diseño, formación e impresión del volumen, con un tiraje de hasta 3 mil ejemplares.

Desde luego, Lolita guarda para el último momento todas las novedades que contiene esta obra fundamental de la historia de México a principios del siglo XXI, aunque en un mensaje de correo electrónico adelanta que «El resultado es impresionante. Un panorama solidario, tristísimo y riguroso. Y un testimonio único de la violencia en México, escrito por periodistas de distintos lugares del país, de muchos medios distintos y también del extranjero».

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